Por Hugo Polcan
En el 2023 la Nación protagonizará un suceso trascendente de la historia argentina. No se tratará de un proceso eleccionario para optar por un partido político determinado sino la oportunidad de decidir una Reconstrucción del país desde sus raíces o el mantenimiento por años de una existencia en la peor de las versiones de su precariedad.
¿Más bien a la defensiva?
Dada esta situación, el desbarranque del poder gubernamental no basta para legitimar a la oposición. No es suficiente su acierto en las críticas al kirchnerismo, sino que es imprescindible un aporte que no solo sea acertado y consistente sino que sea interpretado y apoyado por una población que hoy descree de la política y está cansada de promesas. Se trata de la difícil recuperación de la confianza.
Además, su función opositora no asegura la unidad propia. Está compuesta por sectores enfrentados al gobierno, pero “no todo enemigo de mi enemigo es necesariamente mi amigo”.
Y en lo que hace a la vereda de enfrente ¿quién es capaz de asegurar que es imposible una recuperación en el elenco gubernamental? Hoy retiene el Poder y lo defenderá con uñas y dientes acaso como nunca, tanto por métodos lícitos como ilegales. “Irá por todo” defendiendo su supervivencia.
Además, el Cristinismo ha sabido mantener el centro de la escena y acaparar la atención general. Puede mostrar un brillo que es inauténtico y aparentar más poderío del que tiene. Así, la situación favorece la creación de una imagen de la oposición más bien débil, a la defensiva y sin la emergencia de una capacidad revitalizante.
A su vez, se ha generalizado una imagen despectiva del país. Una población argentina disminuida en su autoestima, pesimista y descreída, genera una atmósfera que favorece más el statu quo que la búsqueda de un resurgimiento.
Y la población no parece inclinada a ver con buenos ojos la imagen del partido político a la que la tienen acostumbrada y parece incubar la expectativa de una fuerza con rasgos más de Movimiento, con una visión más amplia, dinámica y vigorosa.
De ahí que la Oposición debe presentarse digna, apuesta y solvente. Y “ser toro en su rodeo y torazo en rodeo ajeno” (M.Fierro).
De manera que no deja de ser preocupante el futuro de la oposición. Por tanto, es más razonable enfocar la atención y el interés por este ámbito que eternizarse en las cuestiones ya agotadas del sector gobernante La cuestión de fondo es : “más productivo que la crítica acerca de mi adversario es la fundamentación de mi aporte”.
Relato, Mística y Pueblo
Cada institución política contiene un mensaje que debe ser perpetuado, porque es el que le da identidad y vida. Y su carácter originario debe ser comunicado, trasmitido, hecho conciencia, elucidado y mantenido en el tiempo. Es la condición de la supervivencia institucional.
Esa novedad debe ser pensada y capaz de ser contada y hay que saber hacerlo con el lenguaje adecuado para la época. El lenguaje de la democracia tradicional ya no tiene vigencia.
Y si los hechos no se hacen Relato no llegan a ser fenómenos sociales. He aquí la Narración, el Relato, la Historia.
Al mismo tiempo, su ideario, la constelación de ideas que dirigen su acción, su “0rientción política”, debe estar acompañada de una carga emocional llamada “Mística”. Es la fuerza motivadora que despierta la voluntad de las personas y las lleva a la acción.
El que la posee se siente convocado a cumplir una “misión”, a llevar un “mensaje” a circunstancias que llaman a una solución. Y se siente respaldado por una fuerza transpersonal, que puede ser “la Causa”, “el Destino histórico”, Dios, etc. Gandhi, Mandela, San Martín… son ejemplos eximios de una Mística.
Por tanto: poseer una Mística equivale a impregnarse del sentido de una propuesta política, sentir entusiasmo por ella, desear hacerla realidad, confiar y tener esperanza en el futuro. Algunos creen que “la democracia es aburrida”, pero eso sucede cuando le falta Mística.
Por otro lado, llamamos Pueblo a un grupo humano, una sociedad, que tiene un misma cultura, un idioma y un estilo de vida común. Por cuanto es una comunidad, suele tener características muy positivas que se expresan en valores como la solidaridad, la ayuda mutua, el saber compartir, la paciencia y la fortaleza frente a las adversidades, el luchar por una vida digna, etc.
En especial, esa cultura se manifiesta a través de las fiestas, en las que se celebra la vida y se ponen en juego valores como la fraternidad y la paz, que fortalecen el tejido social.
En un Pueblo, es esencial su raigambre histórica, un pasado común que le confiere identidad y que se trasmite a través de un Relato.
Cuando esa comunidad adquiere una autoridad política autónoma se convierte en Nación y se establece un Estado, pero no hay que olvidar la prioridad de su carácter popular, o sea: que tiene en el Pueblo su fundamento. Por eso la Democracia es el gobierno del pueblo, en el que todos participan, ya que su principio básico es que “lo que afecta a todos debe ser decidido por todos”.
La Política aparece hoy alejada de la gente, por lo cual es necesario recrear una mentalidad política popular, que nada tiene que ver con el populismo, sino que es precisamente su contrario, porque el populismo es la instrumentación del pueblo.
¿Rasgos predominantes de la Oposición?
En la oposición parece predominar un estilo y una concepción liberal que despliega las banderas de la libertad, la ley y la democracia, pero tal vez con una connotación más bien abstracta y genérica, que puede entusiasmar poco y conferirle un rasgo aparente de sector más bien débil y de fuerza escasa.
Unido a esto se asociaría un factor de inmanencia, de centrarse en las vicisitudes internas de sus partidos o en los aspectos técnicos y organizativos de la realidad, Se trataría de planes racionales o meramente instrumentales donde no sobresalen la Mística y el Relato. Se trataría de “vuelos de gorrión” cuando se requieren “alas de águila”.
Se proclama que se está trabajando con múltiples equipos de especialistas para cubrir todas las áreas de una acción de Gobierno. Pero ¿cuál es el sentido global que orienta todas las cuestiones pragmáticas? ¿Cuál es el criterio que define las decisiones? ¡Porque el Todo es más y más importante que la mera suma de las partes!
Da la impresión de que el centro de atención lo ocuparían más bien la Técnica y la Economía y no tanto la Justicia Social.
Además, por ejemplo, el narcotráfico, la delincuencia y la violencia, por su deshumanización, deben ser objeto de la máxima atención. El kirchnerismo ha ignorado estos temas. Pero tampoco en la Oposición, salvo en Patricia Bullrich y Elisa Carrió, se ve bien claro que se preparen para enfrentarlos con la vehemencia rotunda que se necesita.
Sus criterios tendrían ecos de la globalización, en la que se valora en especial la “competencia ”. Y su meta estaría principalmente en el “bienestar”, como estado placentero de confort y satisfacción material.
La visión parece estar centrada en el presente, con cierto énfasis en los valores del avance científico y tecnológico y con una perspectiva “ahistórica”, o sea: sin necesidad de relato.
En cuanto al lenguaje, predominaría el hablar de “la gente” al referirse a la población, y no parece gustarle la palabra “pueblo”.
Por ejemplo: supuestamente, si se le preguntara a la Oposición: ¿Qué es lo primero: erradicar la pobreza o garantizar la liberad individual y la seguridad?, probablemente, desde su conciente, dirá “las dos cosas al mismo tiempo” pero sentirá, en su inconciente, que “será el orden democrático de las instituciones (Economía, Justicia, Congreso, etc.) y “el equilibrio de los Poderes” la condición para la “pobreza cero”.
Los interrogantes latentes
A esta altura, pues, podemos plantearnos: ¿Qué interrogantes subyacen en el inconciente colectivo de la población respecto de la Oposición?
Creemos que se desea saber cuál es su visión de la “política” y con qué sentido sustenta sus medidas prácticas.
Suponemos que predomina la impresión de que adolece de cierto vacío comunicacional respecto de la “filosofía” que fundamenta y alienta su Proyecto.
Al parecer, esto no ha sido suficientemente elaborado o no está bien explicitado, y el “queremos un país normal” no basta.
Al respecto, persisten las preguntas: ¿Qué son para la Oposición “los valores” y qué contenido tienen? ¿Qué significa explícitamente “que la gente esté mejor”? ¿Es suficiente con “la democracia”?
Se trata de saber cuál es el ideario y la clase de país que se quiere. La cuestión es acerca de la mentalidad que le dará sentido a sus decisiones del futuro: cuál es el ideal definido y concreto y cuál es la fuerza motivadora que lo sustenta y la cosmovisión que lo respalda. Esto no parece estar suficientemente esclarecido aún.
En síntesis: existen dudas acerca de su Capital narrativo y de su Mística.
Y en cuanto a la comunicación, la Oposición debe tener presente que la función política consiste justamente no sólo en oír lo que los pueblos dicen necesitar, sino descubrir lo que ellos realmente necesitan. Y persuadir: que aparezca apto y creíble lo que se propone. Y decir las cosas de modo tal que logre hacerse oír.
La hora requiere sensatez, seriedad y profundidad. No es posible volver a presentaciones de candidaturas sin suficiente preparación, confiando en “ganemos las elecciones y después se verá qué hacemos”. No hay lugar para repetir improvisaciones y ensayos. Ni valdrán pasados pretextos: “No sabíamos qué profundo era el desastre con que nos íbamos a encontrar!”
Nuestros mejores deseos son que los reparos aquí expresados no sean del todo acertados. Las consecuencias de las decisiones van a ser muy serias. Y con los pueblos no se puede jugar.