Por Hugo Polcan
Cuando das una flor, queda el perfume en tu mano.
Cuando haces bien a otro, te haces bien a ti mismo.
Cuando salvas una vida, es como si salvaras a toda la humanidad.
Un largo camino comienza con un primer paso.
La construcción de una catedral comienza con un primer ladrillo.
Un río caudaloso en el valle comienza con un hilo de agua en la montaña.
Recuerda que la unión no suma sino multiplica.
Recuerda que demuestra más poder quien es más capaz de misericordia.
Recuerda que la concordia está por encima de la justicia.
Estar sano es mucho más que no estar enfermo.
Estar vivo es mucho más que durar.
Aceptar es mucho más que tolerar.
Pagar una deuda es fortalecer la Justicia en la tierra.
Depositar un voto es construir la República en un país.
Ayudar a un pobre es reparar la Equidad en todo el mundo.
Cristo quiso darles su poder a los Apóstoles.
Los Apóstoles les dieron ese poder a los obispos.
Un obispo le dio ese poder al cura de tu barrio.
Si con la llama de una vela se encienden otras, aquélla no pierde nada. Y éstas se pueden multiplicar indefinidamente.
Si un sabio comunica algo a sus discípulos, ellos aumentan su saber y él no pierde nada. Y se enriquece con el diálogo.
Si un corazón humano desea el bien de otros, estos reciben algún beneficio y él no pierde nada. Y ennoblece su espíritu.
No hay caída que no permita reincorporación.
No hay ofensa que no permita perdón.
No hay pérdida que no permita reparación.
El que no muestra arrepentimiento ¿cómo puede esperar el perdón de los otros?
El que no cumple con lo que es justo ¿cómo puede pretender disfrutar de la paz social? El que no ama a su prójimo a quien ve ¿cómo puede amar a Dios a quien no ve? (1Jn.4,29)
Ay del desagradecido, porque su corazón es como un campo estéril.
Ay del enojado con la vida, porque en vano “da coces contra el aguijón”.
Ay del solo, porque si cae ¿quién lo levantará? (Ecl.4.10).
El que es amigo de mi amigo es mi amigo.
El que es enemigo de mi amigo es mi enemigo.
El que es enemigo de mi enemigo no siempre es mi amigo.
El drástico exige: “Ya”
El débil se resigna: “No se puede”.
El sabio confía: “Poco a poco”.
Cuando soy amable, estoy respetando profundamente al otro.
Cuando muestro ternura, estoy cuidando delicadamente al objeto de amor.
Cuando expreso alegría, estoy agradeciendo y amando a la vida.
No hay nada más fuerte que un hombre con convicción.
No hay nada más libre que un hombre sin miedo.
No hay nada más invulnerable que un hombre que no puede ser ofendido.
En el secundario, lo importante no es cuántas amonestaciones me pusieron, sino cuántas materias aprobé.
En la confesión, lo importante no es cuántos son los pecados, sino cuánta la confianza en Dios.
En el matrimonio, lo importante no es “cuántos años van” sino cuánto vale la pena estar juntos.
Lo contrario del amor no es el odio sino la indiferencia.
Lo contrario de la inteligencia no es el error sino la terquedad.
Lo contrario de la fortaleza no es la debilidad sino el pesimismo.
Los hombres no somos hormigas. Somos libertad.
Los hombres no somos islas. Somos comunidad.
Los hombres no somos máquinas. Somos amor.
Desde el hogar, el vínculo de nietos y abuelos despierta la historia en el mundo.
Desde el hogar, el amor de padres e hijos genera el honor en la vida social.
Desde el hogar, el afecto entre hermanos funda la fraternidad en la tierra.
El fuego y el yunque forjan el hierro.
El sol y la lluvia maduran la espiga.
El dolor y la paciencia templan el alma.
El competitivo busca lo que es más que el otro.
El soberbio busca lo perfecto.
El humilde busca lo bueno.
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Reedición corregida y aumentada de años anteriores