PODER, PUEBLO Y PROFECIA


PODER, PUEBLO Y PROFECIA

Actualmente los pueblos, mediante la política,  eligen sus autoridades con el propósito de que las decisiones que s adopten estén destinadas  a una convivencia social justa y feliz. 

Esto lleva implícito que la importancia de la política radica en que se busca el bienestar de todos.  Más concretamente: ella consiste en decidir los medios específicos que parezcan los mejores para el bien común y para evitar diferencias injustas.

No obstante,  causa desconcierto que gran parte de la población suele verla como  “cosa de políticos”, causa de los males sociales que sufrimos y cuestión que no supone obligación ni compromiso para la población.  Simplemente : votamos cuando corresponde por los que en el pasado gobernaron mejor o por los que parecen mejores para el futuro, y nada más…

La arquitectura del poder

Para lograr aquellos fines y evitar la violencia en la búsqueda de poder y poner límite a la fuerza injusta de los poderosos, se crean las instituciones políticas.  Ellas no eliminan las raíces de los males pero al menos permiten regular los conflictos.

A través de la competencia entre partidos y el voto popular,  la población delega el poder transitoriamente, por períodos de tiempo reducidos, con el encargo de llevar a cabo las políticas públicas.

Pero “los elegidos mientras están en el poder son relativamente independientes del mandato popular y no se comprometen hacer lo que dijeron en su plataforma electoral sino lo que crean oportuno para dejar al país mejor que como lo recibieron “. (1)  Esta expresión suele provocar desconcierto, porque erróneamente se piensa que “¡la plataforma electoral es sagrada!”
Claro está que ese poder no es absoluto: existen mecanismo de control como el Congreso, el equilibrio de poderes o las auditorias generales. Pero las autoridades gubernamentales, de hecho, son el poder.

Hablamos de autoridades legítimas, elegidas por el pueblo. Pero también hay gobiernos que usurpan el poder, por la fuerza: son el poder ilegítimo. Y están los que, elegidos popularmente, luego se corrompen y traicionan su mandato.

Pero, para la adecuada comprensión de esta temática, hay que destacar que el conflicto es componente esencial de la política, ya que se trata de una actividad humana relacionada con  decisiones y conflictos muy significativos para la vida social. Allí se juegan intereses y beneficios contrapuestos y se entre personas que no siempre piensan lo mismo. Esto supone la lucha por recursos de poder, por alcanzar cargos, 

tomar decisiones de consecuencias de envergadura,  cuestión toda ésta de abultada complejidad.

Pero es importante saber, antes que nada, que el principal obstáculo aquí es el miedo al conflicto, dejarlo irresuelto, porque eso aumenta el conflicto.

Éste “no puede ser ignorado o disimulado. Ha de ser asumido… Y la forma más adecuada de situarse ante él es aceptar y sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso”. (2)

En las elecciones ponemos en manos de los elegidos el destino del país.  Pero también podemos  pasar de espectadores a actores y entrar en   la acción política. Ya que no somos sólo habitantes sino también ciudadanos  y  existen decisiones públicas que nos afectan a todos, tenemos derecho a la participación en un proyecto colectivo.
Y así como tenemos necesidad de los otros, también tenemos deberes  recíprocos. Si no nos hacemos cargo de la realidad que vivimos ¿quiénes lo harán? Militar políticamente es saber que podemos jugar un rol en beneficio de la sociedad.

Si nos enrolamos en la tarea de competir por los cargos dentro de los partidos, hemos de saber que es cosa ardua  a la que no todos se animan. Se la puede ver como una lucha áspera, no acostumbrada y  no siempre gratificante. Pero no hay otro medio en el camino al poder. Hay que asumir los riesgos de esa decisión.

Las voces del pueblo

De todos modos, la vida de los partidos según la hemos conocido parece ir agotándose y dar paso a otros caminos. Una opción diferente es  integrarse a la opinión pública independiente, La llamaremos  la voz del pueblo y consiste en  opinar sobre la gestión de los representantes y expresar de qué modo queremos alcanzar el bien común.
A esta esfera pertenecen los movimientos sociales de opinión, las  asambleas ciudadanas, los espacios de diálogo, las asociaciones intermedias, las ONG.
Si bien, como dijimos,  los elegidos por voto popular no están  estrictamente  obligados a escuchar esas  voces, es innegable el potencial de esas fuerzas sociales y desconocerlas supone una falencia de idoneidad política que siempre se paga.
Por otro lado, ellas  no rivalizan con las instituciones políticas ni intentan suplantarlas,  sino que aspiran a lograr una armónica interacción complementaria.
En conclusión: tenemos derecho a hacernos oír y a intentar alanzar lo que lo que por vía electoral no se haga posible.

Así, pues, mientras en las instituciones políticas  competimos tentando las mejores opciones para el bien común, integrando la voz del pueblo influimos  sobre las personas exhortando, argumentando y persuadiendo,  a fin de que las  voluntades se vuelquen a favor de nuestras propuestas. Allí reside el capital social y cultural de la Nación.

El testimonio profético

En concordancia con lo dicho, podemos interpretar  el devenir histórico de un pueblo como como la dinámica entre dos polaridades que se enfrentan o se complementan, el Poder y el Pueblo, con la correspondiente gama de situaciones intermedias.
Pero como son hombres quienes las realizan, están expuestas a errores y limitaciones. Así, el Poder o el Pueblo pueden tomar caminos equivocados que comprometan  su existencia.  El Poder, con más frecuencia, pero también el Pueblo pueden equivocarse. Y en tales situaciones críticas, suele entrar en escena un tercer actor: el Profeta.

Según E. Fromm, al igual que los del Antiguo Testamento, en todo pueblo habitualmente existen los profetas. O deberían existir, porque su función en la comunidad humana no ha perdido vigencia y resultan de tanta actualidad como en el pasado  Más aun: los profetas resultan en la visa política el más acabado ejemplo del espíritu republicano.(3).
El profeta no es un “vidente” en el sentido de un “adivino”, conocedor de un futuro. Ni un enviado que anuncia “la ira de Dios”. Ni el mensajero de un misterioso augurio. Él es un comunicador de la verdad y la expresión de lo genuino de  la condición humana.
Su función es enunciar el sentido de una situación que los demás podemos no estar viendo. Es hacer que se tome conciencia de la índole de un problema en cuestión y entre qué alternativas debemos decidir. Lo que hace el profeta es testimoniar las derivaciones inevitables de cada opción.
Pero después de advertir e instar, permiten la intervención de la libertad humana y son respetuosos de la autonomía de la decisión.    Eso sí: no se limitan a mostrar las cosas con “neutralidad indiferente” sino que advierten activamente, instan, protestan contra lo que no sea justo y recto: son fervorosos y comprometidos en su adhesión a la verdad. Los profetas tienen un “fuego sagrado” interior, que les da su elocuencia, y la fuerza de su voz  muchas veces hace temblar montañas.

   Los profetas modernos (como Mandela, Gandhi o Luther King) son los políticos y los intelectuales que son legítimos y no traicionan su misión. Los que nos advierten cuando descubren redes mafiosas y luchan para que a los corruptos no los proteja más la impunidad. Saben que si esa voz es desoída, se compromete la esencia de la vida de la Nación y el futuro de nuestros hijos. Y  saben que su lucha no será  estéril, porque son  ellos los que nos están despertando permanentemente de toda forma de sometimiento.

Hay una habitual oposición entre el Poder y los profetas. Porque el Poder suele ser  fruto de las ambiciones. El mensaje del profeta, en cambio, es expresión de la verdad objetiva y de la realidad insobornable.
La autocracia no recibe de buena gana la advertencia del profeta. Es una forma más de la común reticencia de los humanos a enterarse y tomar conciencia. Es la “resistencia al cambio”, con su búsqueda de argumentos interesados.
Los profetas bíblicos han debido luchar principalmente contra dos fuerzas adversas: la injusticia de los poderosos y la incredulidad del pueblo, y muchas veces han luchado solos. No es de extrañar que los profetas de hoy a veces deban enfrentar situaciones similares.
Los imperios tarde o temprano se desmoronan y la fuerza del Poder se extingue, mientras los ecos de la verdad  permanecen.
“¿No será Messi algún profeta, el Mesias que estamos necesitando y que nos guiará sin saberlo (ni él mismo, ni nosotros) hacía algún lugar que trascienda la llamada “grieta”? (Alfredo Ditisheim). He aquí la reflexión profunda de una visión genuinamente religiosa que muestra que la figura profética puede tener mil rostros. Está en manos de la Providencia su elección.

El ejercicio de la participación política

Los pueblos están interesados e lograr elegir gobiernos  dispuestos  a “servir” antes que a “mandar”.  Esto supone una real participación de la ciudadanía y que ella esté en condiciones de ejercer esa función. O sea: que posea las aptitudes necesarias: conocimiento, mentalización, experiencia práctica, “virtudes cívicas”…  Es decir: se hace necesaria “formación ciudadana”.
Y habitualmente surge esa otra cuestión: “Yo, que hasta ahora no tengo formación ni participación política especial, ¿cómo orientarme para responder a mi condición de ciudadana/o partícipe y responsable?”  Es de indudable trascendencia buscar la mejor respuesta a la pregunta. (4 )
De ahí que debemos prestar especial atención a  nosotros, los gobernados.
Aquel que se embarca en la Política ingresa en un mundo que sólo se conoce realmente “desde adentro”. La variedad de acciones es inmensa: programar, acordar, discutir, competir, promovr, objetar, resistir…Y hay que actuar  “en medio del trigo y la cizaña”.      Habitualmente se advierten más los aspectos agonales: lucha, debates,   enfrentamientos, competencias, rivalidades, traiciones… Pro no hay que subestimar  que también existen allí los aspectos constructivos:  acuerdos, diálogos, concordancias, concreciones, solidaridades… Suelen mostrarse más las facetas arduas que las valiosas y por eso muchos rehuyen la participación. ”¿A qué meterse en un nido de víboras?”      Por eso se hace necesario persistir en la valoración del sentido de la acción política y apoyar a los que vemos políticos genuinos, dignos y esforzados. Los hay, y potencialmente serían más si se contara con el respaldo de la población.
Claro está que para el periodismo es más jugoso cuanto tenga resabios conflictivos que la tarea productiva aunque menos estridente. Pero las grandes construcciones sociales siempre comienzan en lugares silenciosos.
Hacer política es un compromiso vital que significa estar dispuesto a la entrega.

El sol sale para todos

Acaso lo más difícil en esa tarea sea aprender que el sol sale para todos  y que se hace necesario acepar al diferente,  que nuestra opinión es una más en una multitud de voces y que el pluralismo democrático no es tan fácil y supone mucha práctica y aprendizaje. Y además que,  aunque tratamos ser imparciales en los juicios,  siempre pertenecemos a algún sector particular, y eso gravita en las decisiones. Siempre llevamos debajo “la camiseta de nuestro club”.

En ese camino, hay valores que son orientadores y son imprescindibles,  pero insuficientes para resolver las situaciones concretas, que son únicas.  Se hace necesario bajar los principios al nivel de la decisión y la acción. Y allí normalmente  hay diversas soluciones posibles.

 Se supone la ejercitación de la virtud de la prudencia en decisiones permanentes. Negociar sanamente  Y acompañar a los que deben asumir decisiones duras. 

Es un camino de búsqueda de querer hacer siempre las cosas lo mejor posible.  Pero siempre será en mundo de luces y sombras, de éxitos y fracasos,  de paradojas y contrastes,  Aunque no sea claro el destino futuro, basta la certeza de que el camino tiene sentido.

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(1)  Gran parte de los conceptos y expresiones de este artículo, especialmente esta primea parte, han sido extractados de: Julio Saguir   El laico en la política  Revista Criterio N° 2310 Año 2005

(2) P. Francisco: Evangeli gaudium (pág 173) 2013
(3) E. Fromm: Sobre la desobediencia  y otros ensayos  – Cap II (Edit. Paidos)
(4) M.A.Espeche Gil y H. Polcan:
 Política para todos – El sentido de estas páginas (pág 11) Edit SB Cúspide Año 2011  


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