ESPIRITUALIDAD
Entra en Mi Casto Corazón, para que te revele los misterios insondables de la simplicidad, de la humildad y de la pureza de intención.
Es en el corazón simple, humilde y puro que habitará el Señor, cuando Su Esencia Crística comience a renovar el mundo por medio de los corazones de los hombres. Por eso, anhela para ti un corazón simple, esto significa un corazón que se adhiera a la Voluntad Superior y que no genere resistencias a la manifestación de los Planes de Dios.
Un corazón simple es aquel que fluye de acuerdo con la necesidad que se presenta y que no genera conflictos en ningún nivel de consciencia.
Un corazón simple no retiene nada para sí y no busca comprender todas las cosas antes de vivirlas; solo las vive como Dios las encomienda para su vida y deja que la comprensión surja de la experiencia.
Un corazón simple necesita también ser humilde, para no creerse mejor que los demás por su simplicidad. Si no genera conflictos aparentes, pero al mismo tiempo juzga las dificultades de los otros como cosas de la vida y quiere que todos sean simples como él, de nada vale la simplicidad de ese corazón.
El corazón simple debe ser humilde para ser simple naturalmente, para ser simple y solo eso; para no querer mostrar su propia simplicidad o facilidad de aceptar las circunstancias de la vida. Si el corazón es simple y humilde, comprende al prójimo y, aun en el silencio, lo ayuda con el ejemplo para que dé sus pasos y venza sus propias resistencias.
El corazón que es simple y humilde, cuando también es puro de intenciones, puede heredar naturalmente el Reino de Dios y vivir Su Inmenso Amor, porque se vuelve digno de recibirlo, aunque no lo sepa.
Aquel corazón que es verdaderamente simple, humilde y puro de intención, nunca sabrá que lo es. Primero, porque no está pensando en sí mismo ni en sus propios atributos y segundo, porque su atención está siempre dirigida al presente, a la necesidad, al prójimo.
Si quieres hacer de tu corazón un corazón simple, humilde y puro de intención, entonces olvida que quieres hacerlo y dedícate solo a amar al prójimo, y sobre todo a Dios. Busca a cada instante la necesidad de Su Plan, no para que seas operario de cosa alguna, sino porque sabes que el Creador espera que mínimamente cumplas con tu parte.
Sabes que lo que haces no tiene mérito extraordinario alguno. Lo que sucede es que tú haces lo mínimo, mientras la mayoría duerme.
Agradece por ser hijo de la Misericordia y deja que tu propia gratitud te conduzca a la manifestación del Propósito de Dios en ti. Si eres verdaderamente agradecido, jamás resistirás a algo que te envía el Señor, porque todo te será poco, frente a la grandiosidad de la Misericordia, que te retiró de los abismos de este mundo.
Por eso, hijo, siempre agradece a Dios, sirve y olvídate de ti. Así te harás simple, humilde y puro de intención sin que te des cuenta. Del mismo modo, algún día serás digno de recibir en tu morada al Rey de reyes, tu Señor y Maestro, Cristo Jesús.
Aquel que te prepara para el retorno de Cristo en tu interior,
San José Castísimo
Jueves, 17 de marzo de 2016