El interés bancario está en boca de todos los argentinos. En cambio, otro tipo de interés, el interés psicológico, es una realidad del psiquismo humano que en la sociedad de hoy está en crisis, hasta podríamos decir, en cierto modo, en extinción. Está ausente en la educción: un libro de años recientes lleva el título Pedagogía del aburrido (1). Y no se puede decir que la mayor parte de la población vaya con ganas a su trabajo y demuestre demasiado interés y dedicación en lo que hace. Y durante la pandemia los psiquiatras vienen siendo abrumados por los ”no sé qué hacer”, “estoy desganado”, “no sé qué me gusta”, “no encuentro algo que me interese”. Y así vino la depresión. La verdad es que, por el beneficio de la humanidad, es de valor eminente el rescate del interés.
El sostén de la vida
Para la psicología, el interés es un fenómeno en el que la atención está centrada en un objeto y se genera una tendencia hacia él. Por ejemplo: cuando m siento atraído por la jardinería o la decoración.
El objeto aparece investido de cualidades que responden a necesidades concientes o inconcientes el sujeto, siendo éstas reales en el objeto o atribuidas a él por el sujeto. Me gusta la música y me quiero dedicar; aunque mi padre me dice:” te vas a morir de hambre”, me embarco en ese terreno.
O sea que el objeto debe tener sentido y significación (“valor”) mental y afectiva, lo cual que lo hace “atractivo” (tracciona hacia él, irradia atracción). Y provoca una actitud o disposición favorable, se convierte en finalidad que orienta la conducta y esto a veces provoca una fuerza sorprendente. En esa conocida parábola de la perla, eso se ejemplifica con lucidez: Un comerciante “buscaba perlas finas, y al encontrar una de gran valor vendió todo lo que tenía y la compró”. En esencia, en el interés se juntan atención, atracción del objeto, deseo y tendencia activa.
También existe la curiosidad, esa necesidad y ese deseo espontáneo de conocer. Es el comportamiento instintivo natural, presente en muchas especies, que engendra la exploración, la investigación y el aprendizaje. Es una tendencia a des-cubrir lo no conocido. La curiosidad tiene una raigambre instintiva, mientras el interés vendría a ser su humanización. Y así como nosotros conducimos nuestros intereses, somos llevados por nuestra curiosidad, al modo de una necesidad que puede hacerse peligrosa (los ingleses dicen: “la curiosidad mató al gato”) o dañina (como el chisme de la feria o el malsano “chimento” televisivo). En la curiosidad hay un deseo de conocimiento sólo superficial: en cambio, en el interés hay una búsqueda de real conocimiento. (2) Por eso los pensadores medievales hablaron de “vana curiositas”. Y cuando se habla de “curiosidad intelectual” más bien se está señalando una búsqueda “insaciable” que corre el riesgo de la superficialidad.
Lo importante es recordar que el interés y la curiosidad sostienen viva a la humanidad y que el que mantiene intereses nunca envejece. Benditos los curiosos e interesados por la vida.
Entre nosotros, el Ing. Jaime Guillie, de larga experiencia en Talleres de la memoria, señala que la clave de la cuestión está en el entrenamiento de la atención. No se puede recordar con claridad lo que apenas se registró “con la cabeza en otra cosa”.
Interés y memoria se complementan.
Es que se debe buscar la conjunción de atención, concentración y memoria. En lo que nosotros llamamos “el trípode vulnerable a la ansiad”, la influencia emocional es decisiva, tanto positiva (interés) como negativamente (depresión).
El interés pasajero aparece mientras se efectúa la acción dada y se extingue cuando ésta se ha realizado, mientras el interés estable constituye un rasgo firme de la personalidad.
Pero además, en el tema que nos ocupa es fundamental tomar conciencia de la riqueza que encierran la curiosidad y el interés para nuestro desarrollo humano.
- Despiertan la voluntad para la disposición activa y productiva.
- Estimulan la imaginación, la creatividad y la actitud de buscar soluciones y descubrir caminos nuevos.
- Nos llevan a la apertura hacia los demás, a estar presentes, a interesarnos realmente por sus problemas y a atender a cada uno.
- Nos capacitan para la admiración de las cosas.
- Abren nuestro espíritu para apreciar el valor que significa estar vivos y encontrarle sentido a la existencia. Permiten el gozo, el disfrute y el amor a la vida.
Como vemos, son una importante condición de la actitud creadora del hombre en el cumplimiento de su actividad y contribuyen a ampliar sus horizontes y a enriquecernos con nuevos conocimientos. ¡No es poca cosa!
Sin curiosidad e interés la vida pierde su sabor y sr queda huérfana de sentido, se desvitaliza y se marchita.
Interés social y bien común
Según vimos, el interés supone la orientación de pensamientos y acciones dirigidos a un fin que refleja las necesidades materiales y espirituales de las personas. Pero además de los intereses individuales, existen los intereses generales de la comunidad.. Existen aspiraciones e inclinaciones subjetivas particulares, pero se hace necesario que lao intereses generales la sociedad correspondan a las reales y objetivas necesidades del desarrollo social. En una sociedad sana, los intereses pasan a ser comunes para todos sus miembros.
Esto impone la tarea de educar a los hombres en el espíritu de concientización del interés social. Los antagonismos de los intereses de distintos grupos sociales, no sólo se contradicen entre sí sino que entran en colisión con los intereses de la sociedad, Se pierde la conciencia de la obligación de fomentar las fuerzas del progreso y de concretar el ideal al que aspira la sociedad. Sólo con la unidad auténtica de los intereses entre todos, se crean las condiciones de una base objetiva para la conjunción armónica entre los intereses personales y los sociales.
Según los especialistas, “Interés público, interés general o interés nacional es un concepto esencial de las ciencias políticas a través del cual la sociedad entera, entendida como un cuerpo social, una comunidad, busca su bien. Suele ir acompañado de la acción estatal, pero no privilegia al interés del Estado en sí mismo
El concepto resume las funciones que se encomiendan constitucionalmente a los poderes públicos y concierne a valores y objetivos que trascienden los intereses particulares de ciudadanos o grupos.
Según Gracián: “Lo que afecta a todos debe ser aprobado por todos” (3) mediante la participación política. Las instituciones públicas son las representantes de los ciudadanos y su sentido es velar por el bien general. De ahí que todo Gobierno, que llamamos “la Administración” debe servir con objetividad a los intereses de todos. Y por ello, a su vez, el interés público ha de estar formulado desde el respeto de la libertad de cada individuo como persona.
Pero ¿cómo asegurar que las medidas que se adopten sean las que van a lo lograr ese interés? Aquí toma relevancia la condición que, desde antiguo, se denomina “la virtud de la Prudencia”. Es la principal condición del gobernante: la capacidad de elegir los fines más adecuados y los medios correspondientes más acertados para alcanzar el “bien común”.
De ahí también le enorme irresponsabilidad de los que presentan a elecciones como candidatos a gobernar sin suficiente capacitación personal o sin una larga y cuidadosa preparación de un proyecto de gobierno, de los que asumen sin siquiera haber elegido antes maduramente sus colaboradores, etc… y con su improvisación arriesgan el futuro de las naciones. ¡ Ay de sus pueblos!
Acerca de la relación entre interés personal e interés social, existen dos concepciones opuestos predominantes:
El individualismo advierte que las personas tienen necesidades y son libres para buscar la forma de satisfacerlas. Pero olvida que se debe atender a los derechos de los otros y que la comunidad tiene necesidades a satisfacer para que sea posible la convivencia y lograr el bien de todos (el “bien común”).
El colectivismo, por su parte, atiende a las necesidades de la sociedad y considera necesario subordinar los intereses individuales al bien común. Pero desconoce que los individuos son personas cuyas necesidades, derechos, dignidad y libertad den ser respetados.
El sano criterio está en armonizar ambos conceptos, en base a las tres banderas proclamadas por la Revolución Francesa: Libertad, Igualdad y Fraternidad. Y la clave puede condensarse en el principio: “Cada uno para todos y todos para cada uno”.
El individualismo está en la base de las ideas liberales. En el colectivismo se orientan el marxismo y el comunismo. En las derechas se suelen juntar el liberalismo económico y el autoritarismo político. En los populismos, el colectivismo apela a un líder despótico que lo conduzca y a una masa que se someta.
Tanto el materialismo marxista como el liberalismo, con sus fundamentos cientificistas del Modernismo, caen en un economicismo. Creen que “las necesidades objetivas” son las materiales y no las verdaderamente reales que son las humanas. Se hace necesario distinguir necesidades “reales”, naturales en el ser humanos, y “falsas” necesidades: egocéntricas, artificiales, superfluas o innecesarias. La educación política consiste en hacer que los ciudadanos tomen conciencia de cuáles son las necesidades auténticas. Y las de toda la población, no las de intereses sectoriales.
La curiosidad y el interés anidan en el interior del amor a la vida. Nacen de las raíces profundas del hombre y de las sociedades, fortalecen el tronco de sus capacidades, despiertan el ramaje de su vitalidad, desarrollan el follaje de sus producciones y embellecen las flores de sus satisfacciones.
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(1) C. Corea y Y. Lewkowicz Pedagogía del aburrido – Edit. Paidos Bs As.
(2) E. Fromm La revolución de la esperanza (pág. 87) FCE 2007.
(3) Graciano Libro VI Canon 1913.