Para condicionar a las masas hay que impactar en su sentimentalismo, para lo cual hay que reducirlas primero a un infantilismo. La TV, transformándose principalmente en una actividad emocional e irracional, acompañada de una merma del espíritu crítico en la educación (disfrazada de seudohumanismo y “empatía”) nutre de ese primitivismo sensorial que la masa devuelve regurgitado en una emoción uniforme. Ésta configura y construye al egrégoro.
Una vez constituido, la manipulación es sencilla, porque con símbolos se ordena a éste (no a los individuos) moverse tras una dirección emocional, arrastrando en su estela a los individuos que les entregaron sus respuestas emocionales.
Si comprendiste esta operatoria, entonces te será sencillo advertir que la misma puede aplicarse, sin inconveniente, a otros escenarios, como las redes sociales. Los instrumentos simbólicos de manipulación, en ellas, son los “memes”, “fake news” y en generar contenidos de impacto visual y emocional que “compartimos”(es decir, nos infectamos) sin reflexionar. Por ello y en todos los casos, la respuesta no es tanto “apagar” (o desconectarnos) sino estimular la actitud reflexiva, analítica y crítica. Si la respuesta defensiva es (por caso) apagar el televisor, eso equivale a huir, a negar, a esconder la cabeza; y no puede escaparse siempre. De alguna forma nos alcanzará (es decir, penetrará). La mejor respuesta es estimular el “pensar fuerte”, el “lásder mental”, la calidad e intensidad de un pensamiento bien enfocado y sostenido en el tiempo.