APARICIONES DE SAN JOSÉ


Tan rápido como pasan los días en la Tierra, así pasan los ciclos en este tiempo y, a pesar de todo, la Voz de Dios no se cansa de pronunciarse al corazón de los hombres, la Voz de su Padre y Creador sigue haciendo eco dentro de cada criatura a través de Sus Mensajeros.

Y cuando todo parece que está por terminar, es ahí, hijos, que todo comienza, que comienza su misión en esta Tierra, que comienza la verdadera Obra de los Mensajeros Divinos dentro de cada uno de ustedes.

Cuando el mundo agonice delante de sus ojos, y esa realidad ya no es espiritual sino también física, es allí que sus corazones deberán estar preparados. En el ápice de la purificación interna, no solo de los autoconvocados, sino de cada ser del planeta y que se refleja en la vida planetaria, es que los servidores deberán dar su “sí”.

Sé cuán difícil es sentir la agonía en el propio interior y también sentir la agonía del planeta, pero hoy les digo que es exactamente en este momento que deberán reconfirmarse delante de Dios.

No tendría sentido llamar a estos tiempos de pasión planetaria si ustedes no vivieran cada paso de esa pasión imitando los pasos de su Señor, imitando Su “sí” delante de cada prueba que Él era llevado a vivir.

Para despertar un amor semejante al Amor de Cristo en sus corazones, ustedes deben vivir pruebas semejantes a las Suyas, y en su agonía no sudarán sangre, pero necesitarán traspasar obstáculos internos y espirituales que los lleven a vencerse a sí mismos y a la tendencia humana.

Jesús no vivía bajo las mismas influencias que ustedes viven en estos tiempos, por eso, en aquel tiempo, Sus pruebas eran otras. Pero ahora, hijos, deberán aceptar la propia agonía interior, deberán aceptar la agonía que vive el planeta como el primer paso de esta pasión planetaria, como la primera oportunidad de decirle “sí” a Dios, para llegar al fin del fin de los tiempos.

Aquello que para Cristo culminó con Su Crucifixión y Muerte, también llegará para cada uno de ustedes y será desconocido.

Hoy solo les pido que no reconozcan esta agonía interior apenas como una prueba personal, como un momento personal de definición, sino que vivan esta prueba como algo que, como humanidad, deben enfrentar en este tiempo, porque es necesario.

Es necesario sentir que se desgarran por dentro y, aun así, saber decirle “sí” a Dios.

Es necesario sentir que no consiguen superarse a sí mismos y, aun así, abrirse para que sea Dios quien se supere dentro de ustedes.

A pesar de todas las agonías y de todas las pruebas, este momento también les revela la Presencia divina en su interior. Porque aquellos que se abran podrán reconocer el milagro divino en su propio corazón y sabrán que la cura no proviene de sí, sino de Dios, sabrán que el Amor no proviene de sí, sino de Dios, sabrán que la victoria de Cristo en Su Cruz no fue una victoria propia, sino que fue el propio Dios entregándose al mundo a través de Su Hijo.

Cada uno de ustedes también porta en su interior ese misterio que deben descubrir y conocer en este tiempo. Cuando se abran para conocer los misterios de su propio corazón, allí podrán entonces, hijos, develar los misterios celestiales.

Dios comienza a revelarse dentro de los hombres, Dios comienza a revelarse dentro de cada uno de ustedes cuando se abren para eso.

Sé que es difícil rendir la condición humana, sé que es difícil creer que Dios se revelará en su interior, cuando lo que conocen de ustedes mismos solo son miserias y algunas destrezas.

Dejen que Dios les revele sus virtudes.

Ábranse a la Humildad divina para no tener vergüenza de expresar algo nuevo. No tengan vergüenza o miedo de ser aquello que desconocen, no tengan vergüenza o miedo de que los hombres los miren y no encuentren aquello que ustedes construyeron a lo largo de su existencia, a lo largo de esta vida.

Dios, dentro de ustedes, revela algo nuevo.

Dios, dentro de ustedes, es desconocido.

Hoy vengo para comenzar un nuevo ciclo de Instrucción porque la humanidad lo necesita, el planeta lo necesita y los instrumentos de Dios lo necesitan.

Si los Mensajeros Divinos no estuvieran con ustedes todos los días en estos tiempos, no podrán superar los tiempos que llegarán. Acompañaremos cada paso de este calvario planetario para que den pasos seguros, para que se renueven, para que se levanten después de cada caída.

Nuestra Presencia traerá al mundo a los ángeles y a los arcángeles que los conducirán cuando Dios silencie Su Voz. Así como los ángeles y los arcángeles acompañaron cada paso de Cristo con la Cruz, así también acompañarán sus pasos. Por eso, no teman.

El triunfo de Dios debe ser una certeza dentro de cada uno de ustedes, pero él no se realiza solo. Él se construye con persistencia, con humildad, con resignación, con rendición, con la fortaleza que nace de la unión con el Corazón de Dios, para que vivan Su Plan, aún sin comprenderlo, para que le digan siempre “sí”, incluso sin saber adónde Él los conducirá.

Así como Cristo y María, su Madre Santísima, Mi Casto Corazón volverá a acompañarlos todos los días, no por un mérito de la humanidad, sino por la necesidad del planeta.

Hoy quiero que comprendan que la pasión planetaria ya no es espiritual. Ella se manifiesta dentro y fuera de ustedes, y ahora, hijos, llegó el momento de beber del cáliz que Dios les ofrece y no dejarlo de lado.

Reconozco que este camino es difícil, que estas pruebas son incomprensibles y a veces parecen imposibles de superar, pero Dios les ofrece todo eso porque desde su origen se comprometieron con Él para renovar Su Creación, para renovarlo a Él mismo.

Para que pudieran cumplir con este Propósito, el Creador les concedió muchas gracias, dádivas y dones que están guardados en su interior.

Les concedió el ejemplo de Cristo, vivo entre los hombres, vivo delante de sus ojos, acompañando a cada uno de sus corazones.

Les concedió el ejemplo de su Madre Santísima, silenciosa y humilde, para que aprendieran a silenciarse delante de las mayores pruebas y a ser humildes cuando la condición humana parece que vencerá dentro de ustedes.

Dios les concedió construir Su Obra junto a Sus Mensajeros, a Sus ángeles, a Sus arcángeles y a una Jerarquía de Luz, de Consciencias sublimes de una sabiduría infinita, que en el silencio de su corazón acompañan cada paso de la humanidad y solo esperan que el corazón se abra para que ellos se puedan revelar, para que su sabiduría deje de ser oculta.

Reconozcan en este ciclo que la condición humana no son solo miserias.

Reconozcan que en sus corazones existe algo mayor que los deseos propios y las aspiraciones humanas.

Reconozcan que un espíritu que se une al Poder de Dios puede vencer todo el poder y el yugo de sus condiciones; condiciones retrógradas, condiciones de pecado, condiciones de ilusión.

Dejen que su agonía sea vencida por un amor que los hace superarse.

Dejen que sus vanidades y su orgullo humano sean vencidos por la Verdad que proviene del Corazón de Dios y que desenmascara todas sus mentiras. Llamo de mentiras a aquello que no son y que creen ser.

Hagan de estos tiempos un tiempo sublime.

Coloquen sus ojos dentro de los Ojos de Cristo, del Cristo del Calvario, el Cristo que carga la Cruz; el que no solo vivió el sufrimiento y la agonía, que desbordaban de Su mundo interior, sino que en cada paso vivía la revelación de un Amor Mayor que despertaba en Su Corazón, que se revelaba dentro de Sus Células, tan humanas y tan divinas al mismo tiempo.

Estos nuevos ciclos estarán marcados por las elecciones de cada ser.

Todo les será ofrecido, tanto por el mundo, así como por Dios. Las cosas del mundo serán ofrecidas a aquello dentro de ustedes que pertenece al mundo, y las cosas de Dios serán ofrecidas a aquello dentro de ustedes que pertenece a Dios.

Cada uno sabrá qué aceptar; cada uno sabrá qué hará crecer en su propio interior. Cada uno sabrá si querrá construir dentro de sí un triunfo divino o una derrota.

Mi Voz volverá a pronunciarse todos los días a sus corazones por un ciclo más, como un símbolo de la infinita Misericordia de Dios. Porque, al mismo tiempo en que la humanidad desborda de miserias, de indiferencia, Dios desborda Misericordia.

Y así como Cristo en aquella Cruz descubría el Amor dentro de Su Corazón, Su Padre y Creador también está viviendo una revelación de sí mismo en estos tiempos; una revelación de Su Misericordia, una revelación de Su Gracia para que cada corazón humano sepa encontrar el espejo de esa revelación dentro de sí mismo y, a través de las Palabras de los Mensajeros Divinos, no solo reconozcan esa revelación, sino que la vivan.

Dejen que Dios se renueve dentro de ustedes y reciban con amor Su Gracia.

Agradézcanle al Padre el Cáliz que Él les da de beber y no sientan amargo lo que les ofrece, porque Él no les da solo sacrificios, sino también la posibilidad de vivir un Amor infinito.

Con estas palabras abro este nuevo ciclo y les agradezco por acompañarme en estos tiempos.

La humanidad necesita que la Voz de Dios llegue a todos los rincones de este mundo, porque muchos están muriendo de sed por no conocer la Fuente, la Fuente del Amor que brota del Verbo Divino.

Yo les agradezco, los bendigo y bendigo los pequeños Relicarios que los niños de la Comunidad Figueira Me prepararon. A través de esos Relicarios les entrego una gracia especial para sus familias y para todos los niños del mundo.

Aquellos niños que oren delante de ellos por las familias y por los niños que padecen en la Tierra, generarán méritos para que una gracia especial descienda en estos tiempos sobre aquellos que más lo necesitan.

Les agradezco y los bendigo.

En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


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