A propósito de la ratificación por parte del TC de la constitucionalidad de estos mal llamados “espectáculos de carácter cultural”, los defensores de corridas de toros y peleas de gallos salen triunfantes a validar su gusto por estas prácticas basándose en su tradicionalidad, en la incapacidad de dolor de los animales, en el respeto a quienes gustan de estos espectáculos, y de la doble moral de los antitaurinos que comen carne.
Las tradiciones y la cultura deben preservarse, así como los derechos deben respetarse, pero como con todo, hay un límite. Y el límite está ahí donde las tradiciones y la cultura, lejos de promover una cultura de paz, promueven el sadismo, ahí donde los derechos de unos pisan los derechos de otros.
Cultura en otros países también es la mutilación de algunas partes del cuerpo y ¿acaso, a pesar de los años que la respaldan y la sumisión con la que la acatan, no la vemos como barbarie? ¿O es que nuestro concepto de barbarie solo aplica a los seres humanos?
Que una práctica sea tradición no significa que sea sana, y una tradición que no es sana debe ciertamente erradicarse. En pleno año 2020, la valoración de un “espectáculo” como cultural debe tener en cuenta criterios como la evolución de la moral y las nuevas necesidades de la sociedad.
El “entretenimiento”, la “cultura” y la “tradición” nunca
pueden estar por encima del sufrimiento de un ser vivo. Eso no es respetar la
cultura, es simple falta de criterio.
No se trata de si a alguien le gusta, porque a quien le guste violar no le
vamos a amparar su derecho a hacerlo. Apoyar estas prácticas es avalar la
degradación del ser humano y es fomentar la cultura, sí, pero la cultura de
violencia. La violencia no debe ser tolerada, mucho menos hacia seres vivos
inocentes.
Es cierto que los animales no tienen capacidad de abstracción, por lo que no son conscientes de conceptos como crueldad, pero el que no sean conscientes de su dolor, no significa que no lo sientan, porque cuentan con un sistema nervioso tan complejo como el nuestro que les permite sentir, aunque no puedan explicarlo. Y en el ignorante supuesto de que no sintieran, ¿en qué tipo de personas nos convierte el hecho de disfrutar de las heridas y muerte ajenas?
Parecería lógico entender la diferencia entre la práctica del carnivorismo y de las corridas y peleas, pero al parecer no para todos los que usan dicho argumento para defender su barbarie. Más allá de si el carnivorismo es realmente necesario para nuestra supervivencia, esta práctica se realiza con un fin: el consumo humano. No es entretenimiento, no es para disfrute de los criadores, no es por tradición, no es sadismo.
FUENTE: http://huku.pe/barbarie-constitucional/?fbclid=IwAR3ypR3rwwYZUSlWCgvi3uUEphBiw3ifHy6pLZhl65mZHqPOv2zhSxBUMgg