Crisis ambiental, mujeres y nuevo pensamiento


Por Ricardo Luis Mascheroni -docente-

8 de marzo: Día de la Naciones Unidas para los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional.

El 8 de Marzo de 1908, más de 100 obreras textiles fueron violentamente reprimidas en Nueva York (EE.UU), por reclamar mejoras en su situación laboral. Por ello la ONU en 1975 (AÑO INTERNACIONAL DE LA MUJER) consagró el día, en contra de la violencia, la desigualdad y la discriminación de las mujeres.

Hasta hace muy poco tiempo, todos pensábamos que los elementos del ambiente; aire, agua y suelo, eran inagotables, y por esta visión, las acciones humanas se orientaron a la obtención de la mayor cantidad de recursos, en el menor tiempo e inversión posible.

Ello consolidó una sociedad de consumo, cuyo paradigma es la acumulación de riquezas y cosas materiales para hacer más “placentera” la vida, mientras millones no consiguen lo mínimo necesario para su subsistencia.

Consecuencia de estas actitudes, el Planeta ha entrado en la más profunda crisis ambiental desde su nacimiento y cuyo efecto más descarnado se expresa en el CAMBIO AMBIENTAL y la posibilidad cierta de transformar en inviable la vida de gran parte de sus habitantes.

Inspirados en esa filosofía del enriquecimiento y el crecimiento permanente, las élites mundiales, no se han detenido ante nada y en aras del mercado han arrasado los recursos naturales, con efectos devastadores sobre naciones, pueblos, razas, culturas, etnias y sexos, que amparados en el derecho de conquista han puesto a su servicio cuando le convenían, cuando no, los han aniquilado.

Se ha llegado a tal nivel de descomposición mental que “Todos somos rehenes de un modelo que nos sitúa, en contra del sentido del universo, por encima de las cosas en vez de estar con ellas dentro de la gran comunidad cósmica”. (1)

Debido a ello, la crisis ambiental es una resultante de la crisis del modelo de civilización predominante, el que a través de la ciencia y la técnica, coincidiendo con Francis Bacon, quiso: “subyugar a la naturaleza, presionarla para que nos entregue sus secretos, atarla a nuestro servicio y hacerla nuestra esclava”.

El férreo pensamiento del capitalismo, del crecimiento ilimitado., ha agotado los recursos vitales y la tecnología ha desplazado a las personas del trabajo y de la posibilidad de proveerse de lo mínimo para su vida. “Tierra y trabajador, están heridos y sangran peligrosamente”. (2)

En ese esquema de exclusión y destrucción social y material, las mujeres han configurado un nivel por debajo de la media general. Si el modelo, a los hombres de los países empobrecidos los ha perjudicado, a las mujeres las ha condenado a la indigencia y desigualdades más absolutas. Afirmar que lo que era malo para los hombres, es pésimo para las mujeres.

Ese esquema de dominación mundial, tiene un correlato sexual, que se reflejó en las conclusiones del 8º Congreso de la ONU, sobre Prevención del Delito, La Habana, 1990, expresando que: “La violencia contra la mujer es el resultado de un desequilibrio  de poder entre el hombre y la mujer, y que la violencia sirve para mantener dicho desequilibrio”, definiéndose a la violencia como “todo acto, omisión, conducta dominante o amenaza, en cualquier esfera, que pueda tener como resultado el daño físico, sexual o psicológico de la mujer”.(3)

En medio del caos impuesto, pese a que aún falta mucho, surgieron nuevos valores, sueños, pensamientos y maneras de actuar. Esas señales nos llevan a acercarnos y sentirnos parte nuevamente de la “Gran Madre, la Pacha Mama, la Gaia de la mitología griega y de la moderna cosmología”, ya la que la Tierra (mujer), no es algo exterior, sino que somos parte de ella. (4)

En tal sentido y en coincidencia con muchos que así lo han planteado, vengo sosteniendo que es necesario un nuevo pensamiento que reelabore la alianza con la naturaleza, hoy perdida en los laberintos del “tener”.

En ese nuevo camino de ver y actuar, la mujer no puede estar ausente y no a través de leyes de cupo, actos conmemorativos o declaraciones internacionales, sino a partir de abrir nuestros esquemas mentales y aceptar que un solo sector sin el concurso del otro, no podrá efectuar los cambios que el futuro de la humanidad está necesitando.

No es casual que la Declaración de Río 92 sobre Medio Ambiente y Desarrollo, haya consagrado en su principio Nº 20 lo siguiente: “Las mujeres desempeñan un papel fundamental en la ordenación del medio ambiente y en el desarrollo. Es, por tanto, imprescindible contar con su “PLENA PARTICIPACIÓN” para lograr el desarrollo sostenible”.

Como lo afirma el teólogo Leonardo Boff, refiriéndose a la mujer: “Por naturaleza, ella está ligada directamente a lo más complejo del universo, que es la vida. Finalmente, ella es la generadora más inmediata de la vida”. En la “nueva alianza con la naturaleza, en integración y armonía, encontraremos en la mujer fuentes de inspiración.”

Ref.: 1, 2, 3 y 4: ECOLOGÍA: grito de la Tierra, grito de los pobres. Boff, Leonardo

                                                                                                                                              Ricardo Luis Mascheroni – docente 02/03/23


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