Por Ricardo Luis Mascheroni -docente-
No es ninguna novedad que a lo largo de la historia mundial, todos los procesos políticos-sociales que implicaron un cambio en el status quo, o modificaciones en las condiciones generales de un país, fueron producto de liderazgos definidos y protagonismo de masa, que confrontaron con los poderes dominantes.
Como se expresa vulgarmente: para hacer una tortilla, hay que romper los huevos.
Nuestro sufrido país, no escapó a estas generales de la ley y así Yrigoyen, Perón, Alfonsín y el matrimonio Kirchner tuvieron esa impronta que transformaron en alguna medida la correlación de fuerza entre los sectores populares y el poder real.
Rara vez se han conseguido éxitos a través del consenso, el diálogo y la concertación entre el agua y el aceite, por lo menos de forma duradera, sin vencedores y vencidos en el terreno político.
En la economía ocurre exactamente lo mismo, si triunfan los sectores del poder concentrado, pierden las mayorías empobrecidas y a la inversa, en la repartija de la torta.
El gobierno parece no haber entendido esta ley de hierro de la política y dentro de sus escazas cuotas de poder, insiste en mecanismos de buena voluntad que nadie está dispuesto a aceptar y que conspira con las ilusiones y ansiedades de millones de personas que pusieron sus esperanzas en su gestión.
A riesgo de que pueda entenderse como temerario mi análisis, me parece que llegan momentos en que creo que hay que quemar las naves, para tratar de salvar algo del naufragio de cara al futuro, que excedan las preocupaciones electorales del 2023, que parecería que es una preocupación central de la dirigencia argentina, que no resuelve ni contribuye a mejorar las angustias de todos.
Dentro de esas complejas disyuntivas, también vale preguntarse si en el gobierno creen sinceramente que el país puede salir adelante con las “ayudas“ de aquellos que son la causa de las desgracias nacionales.
Como dijo la U.C.R. en 1905 “Esperar la regeneración del país de los mismos que lo han corrompido; sería sellar ante la historia años de vergüenza, haciendo del delito un factor reparador.”
Más aún, cuando todas las fuerzas reaccionarias se han alineado no ya contra el gobierno, sino contra una República y una Democracia minusválida, pero que todavía puede corregir rumbos si existiera voluntad y decisión política de hacerlo, no es hora de vacilaciones.
Arturo Jauretche, en un homenaje que se le hiciera a los 30 años de FORJA (1965), habló para el presente y en especial al gobierno actual, cuando expresó: “Yo no podría señalar, por ejemplo, el actual gobierno como identificación in-totum con la política planeada por la oligarquía y el colonionaje. La mejor prueba de esto es la hostilidad de aquella y las constantes presiones a que lo someten aprovechando la debilidad congénita de su origen prestado. Pero los balbuceos nacionales que intenta no son válidos ya para hoy. El país reclama una política nacional, más definida y claramente. Y ESTO SIGNIFICA LA GUERRA. Porque no hay conciliación posible entre los fines de la Nación vistos en grandeza y los fines de la nación reducido a un cálculo de mercachifles.”
De ahora en más cada uno sacará sus propias conclusiones.
Ricardo Luis Mascheroni – docente