Por Ricardo Luis Mascheroni -docente-
Creo que los jóvenes que tienen genuina preocupación por los temas políticos y sociales, no deben ignorar algunas cuestiones que en materia ambiental se vienen produciendo, y que se constituirán en una gravosa hipoteca para las generaciones venideras, en los países empobrecidos.
El siglo pasado y éste, han sido épocas de crecimiento económico de magnitud y violentos procesos de cambios, que provocaron concentración de la riqueza y aumento del bienestar material en algunos sectores, y desequilibrios sociales en gran parte del planeta.
La cuestión ambiental más grave, es la desigualdad cada vez mayor entre minorías enriquecidas, y mayorías empobrecidas, que impacta negativamente en el entorno, la vida y la calidad de ella.
Ello, lleva en muchos países, a la pérdida de soberanía y la aceptación de políticas, procesos y tecnologías que inhiben las posibilidades reales de desarrollo futuro y al descalabro ambiental.
Ese descalabro, que se expresa en calentamiento global, deforestación, desertificación y escasez del agua dulce, entre otros tantos, me permiten afirmar a riesgo de no ser novedoso, que el abordaje del tema, no debe ser una cuestión técnica, ni reservada a unos pocos entendidos, sino que es eminentemente político y debe involucrar a toda la sociedad.
Insisto, la degradación del entorno, no es consecuencia de errores técnicos o defectos en los modelos productivos, sino que son planes pensados rigurosamente que implantan en determinadas regiones del globo, que además conllevan exclusión y marginación social y económica.
Frente a este escenario, los jóvenes principalmente, no pueden estar ajenos al mismo, ni a sus soluciones, ya que a la par de la destrucción del patrimonio ambiental, el crecimiento de la pobreza, el desarraigo y la falta de oportunidades, retroalimentan el problema y los deja sin futuro.
En este escenario, no es descabellado afirmar que el aumento de la pobreza y sus secuelas, no se producen por simple casualidad, sino que es un resultado aggiornado del “derecho de conquista” de los viejos imperios coloniales, que hoy ya no se satisfacen con la apropiación de algunos recursos naturales puntuales, que lo siguen haciendo, sino que apuntan a anular la capacidad de maniobra de los Estados, para manejar todos aquellos mecanismos y políticas nacionales que puedan servir de resorte de crecimiento soberano.
Lo expuesto, se enmarca en lo que alguno vez se conoció como “la división internacional del trabajo”, de la cual expresaba Eduardo Galeano que consiste en “que algunos países se especialicen en ganar y otros en perder”.
En ese esquema, el control y manejo de vías navegables, suelos, puertos y toda otra infraestructura que convenga a sus intereses o sus industrias contaminantes, es prioritario para ellos; mientras se lo disfraza de desarrollo o crecimiento y se confina a gran parte de la población a sobrevivir en los conurbanos (AMBA y otros) mientras continúa el despoblamiento territorial del país, espacios que ocupan y se enseñorean enclaves extranjeros, en la que no rige otra ley que la que dictan quienes se lo apropian.
En el marco de esta realidad, los jóvenes y sus organizaciones, deben asumir el compromiso de informarse, asumiendo un rol crítico y militante en defensa del ambiente, sus intereses particulares y de toda la comunidad, no bastando reacciones espasmódicas frente a temas fijados por la agenda de los poderosos, que los distraen de las cosas esenciales e importantes.
Apelo y exhorto a que esa juventud, en representación de las generaciones futuras, asuma su obligación de involucrarse activamente en el cambio de las estructuras mentales, que permita avanzar con firmeza hacia una conciencia y una acción humanista, solidaria y crítica del estatus quo vigente en beneficio de toda la sociedad y el país.
Ricardo Luis Mascheroni – docente