HUELLA FECUNDA


Por Hugo Polcan

Si Francisco quisiera venir alguna tarde

a caminar sin prisa las veredas

de su barrio porteño… O si volviera

a chapotear el barro de un zanjón,

descubriría que no cayó entre piedras

su semilla, ni se perdió en la nada

la súplica confiada de su oración callada

ni su medido y sabio consejo de Pastor.

Sabe que la pobreza es un yugo pesado

que pide fortaleza, paciencia y esperanza:

cuando el trabajo falta y el dinero no alcanza

la bronca reprimida clama por equidad.

Pero su luz rescata de la gente el sencillo

gesto fraterno, la humildad y la fuerza

de asumir con tesón la amarga suerte adversa

y a su vez la ennoblece con su fe y su piedad.

Verá en los ojos negros de un chico de la villa

de pelo despeinado y mirada vivaz

y en las mejillas sucias un mensaje de paz

que el vaticinio incrédulo no podrá desmentir.

Mañana serán otras estas calles de Flores,

serán otras las villas, la ciudad cambiará

y con los nuevos tiempos nuevos rostros vendrán,

pero el gozo sembrado no se habrá de extinguir.

Se tornará imborrable la huella de su paso,

el brillo de su llama se habrá de perpetuar,

nos señaló un camino y un horizonte nuevo

que el alma de su pueblo ya no podrá olvidar.


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