Por Jorge Álvarez
El Mito griego de Procusto es muy interesante para el momento que estamos viviendo. Procusto, que pertenece a la mitología griega, era un posadero que tenía una posada en una colina, donde ofrecía alojamiento al viajero solitario. Allí lo invitaba a acostarse en una cama de hierro y cuando estaba dormido lo amordazaba y ataba a las cuatro esquinas del lecho. Si la víctima era alta y los pies sobresalían procedía a serrarle los pies o las manos o la cabeza. Si por el contrario, era de menor longitud que la cama lo descoyuntaba a martillazos hasta estirarlo.
Una de las interpretaciones actuales de este mito es que hoy justamente hay gente que sufre el mito de Procusto y si tus ideas, manera de pensar o decir no se adaptan a su pensamiento o idea: “te matan”.
Así me pasó con una foto que compartí en face boock sobre una gran manifestación que hubo en Berlín para protestar por la supuesta pandemia, la cuarentena, los barbijos y todo el tratamiento que se le está dando al tema del coronavirus. Lo compartí con la sola intención de mostrar lo que estaba ocurriendo en Alemania., como una información más. Pero se ve que como a Procusto, hubo algunos que al no coincidir con el suceso llegaron a decir hasta que porque no me moría yo del virus.
Este grado de intolerancia, de delirio de opinión y de agresividad me recordó al síndrome de Procusto, rayano en una enfermedad. Aprender a comprender que alguien no piensa como uno, abrir la cabeza a otra mirada de las cosas, aceptar otra visión, entender otra investigación en busca de la verdad, y bajar los decibeles de la violencia es casi una obligación en tiempos que vivimos.
La base misma de la ciencia es el permanente cuestionamiento. Y está bién, porque muchas veces, lo que ayer se daba por cierto luego se comprobó que no lo era, de modo que en la apertura mental, flexibilidad de criterios y opinión podemos movernos con más armonía, tolerancia y sentido de humanidad evolutiva. El otro camino es volver para atrás, al pasado, a la posada de Procusto.