POR LOS AÑOS ’50, APARECIÓ UNA SEVERA ADVERTENCIA DE LA OMS: las madres tenían que dejar de amamantar, puesto que en la aréola del pezón habitaban bacterias y virus que le hacían daño a la criatura. Inmediatamente, un sinnúmero de mujeres comenzaron a alejar a sus bebés de la teta. En simultáneo con esta advertencia, apareció en el mercado el producto salvador: la leche en polvo S 26, y detrás de ella, la Empresa Nestlé (recordemos cuántas veces hemos leído en el envase de leche Nido, Vevey – Suiza). Fue en ese momento que apareció cual quijote, un médico pediatra y sanitarista nacido en Mendoza, el doctor Florencio Escardó para denunciar semejante barbaridad y vil engaño comercial. Desde sus tribunas en diarios, televisión (los mayores lo recuerdan en sus intervenciones en “Buenas tardes, mucho gusto”), revistas (con el seudónimo “Piolín de macramé”), sostuvo una desigual batalla en contra de los inconfesables intereses comerciales que dominan el planeta. El doctor Escardó decía que el miedo y el abandono enferman mucho más que las bacterias y los virus, y que el uso indiscriminado de la televisión era el opio de los pueblos, con reparto a domicilio.