Por Ricardo Mascheroni – Docente
El día se celebra todos los 18 de Octubre desde 1972, originado en el “Mensaje a los Pueblos y Gobiernos del Mundo” del general Juan Domingo Perón, en su exilio en Madrid, que se enviara al entonces Secretario General de la ONU, Kurt Waldheim, previo a la 1ª Cumbre Mundial de Medio Ambiente de Estocolmo.
A través del mismo, Perón, en una visión anticipatoria de los desastres futuros, alertaba sobre “la marcha suicida que la humanidad ha emprendido a través de la contaminación del medio ambiente y la biosfera, la dilapidación de los recursos naturales, el crecimiento sin freno de la población y la sobreestimación de la tecnología”.
Pese a que han transcurrido casi siete décadas de dichas advertencias, los seres humanos todavía no han internalizado que nuestra existencia, nuestra historia y nuestras acciones son parte inescindible de la naturaleza, y que nuestra soberbia de dominadores de la misma, nos llevaron a tener una visión separada y distante, dejando de sentirnos parte de ella, en la creencia que podíamos manipularla, transformarla y adaptarla a nuestros caprichos y necesidades sin medir consecuencias o efectos ulteriores.
Producto de nuestra irracionalidad, hoy notamos y padecemos las consecuencias negativas y peligrosas para la continuidad de la vida, por lo menos de la vida tal como hasta ahora la hemos conocido. Negros nubarrones, asoman amenazantes sobre el panorama natural y se constituyen en una realidad dolorosa, producto del empeño en tener más, antes que en ser mejores.
En una mirada retrospectiva de ese tiempo, deberíamos ver las heridas provocadas al entorno entre las que merecen destacarse por su negatividad, las siguientes: desaparición de gran parte de bosques y selvas, humedales, cambio climático, extinción de gran parte de la biodiversidad antes de que pueda ser estudiada o catalogada; contaminación de suelo, aire y agua, sin olvidarnos de la desertificación y desde el punto de vista social, el crecimiento de la miseria y la pobreza, consecuencia de políticas instrumentadas en beneficio de unos pocos en desmedro de los más.
Como dirían nuestros abuelos “tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe”, por lo que cabe preguntarse: ¿debemos quedarnos a esperar el desenlace fatal? o ¿vale la pena empezar a cambiar los comportamientos y actitudes agresivas? Ello nos impone un cambio de paradigma, en el cual revalorización y protección de la naturaleza, sea una constante para intentar revertir el accionar de quienes dirigen el mundo, cual si fueran gerentes de una empresa a los que solo le interesa el lucro rápido, para así evolucionar hacia estadios más saludables en la relación con el entorno, y evitar que se amplíe el divorcio de nuestros orígenes.
Entender que somos parte de la naturaleza, NO sus amos y dominadores, como muchos parecen creer, es un buen punto de partida para tratar de evitar que los actuales problemas ecológicos, todavía relativamente manejables, se transformen en un alud incontenible que sepulte la vida.
La gravedad de la situación, parecería que sólo ha servido para dar certeza al dicho popular que reza “La inteligencia humana es limitada, pero la estupidez es ilimitada”.
Pero volviendo al mensaje de Perón, transcribo algunos párrafos que tienen una vigencia y actualidad que sorprende, cuando decía: “El ser humano ya no puede ser concebido independientemente del medio ambiente que él mismo ha creado. Ya es una poderosa fuerza biológica, y si continúa destruyendo los recursos vitales que le brinda la Tierra sólo puede esperar verdaderas catástrofes sociales para las próximas décadas. Inventó el automóvil para facilitar su traslado, pero ahora ha erigido una civilización del automóvil que se asienta sobre un cúmulo de problemas de circulación, urbanización, seguridad y contaminación en las ciudades, y que agrava las consecuencias de su vida sedentaria”.
“Las mal llamadas “sociedades de consumo” son, en realidad, sistemas sociales de despilfarro masivo, basados en el gasto. Se despilfarra mediante la producción de bienes innecesarios o superfluos, y entre éstos, a los que deberían ser de consumo duradero con toda intención se les asigna corta vida porque la renovación produce utilidades”. El ser humano, cegado por el espejismo de la tecnología ha olvidado las verdades que están en la base de su existencia. Y así mientras que por un lado llega a la Luna, por otro mata el oxígeno que respira, el agua que bebe y el suelo que le da de comer y eleva la temperatura permanente del medio ambiente sin medir sus consecuencias biológicas.
“La creciente toxicidad del aire de las grandes ciudades es bien conocida, aunque muy poco se ha hecho para disimularlo. En cambio, todavía ni siquiera existe un conocimiento mundialmente difundido acerca del problema planteado por el despilfarro del agua dulce, tanto para el consumo humano como para la agricultura”.
“Al mismo tiempo, la presión provocada por el cultivo irracional o por la supresión de la vegetación natural se ha convertido en un problema mundial y se pretende reemplazar con productos químicos el ciclo biológico del suelo”.
“Si se observan en su conjunto los problemas que se plantean, comprobaremos que provienen tanto de la codicia y la imprevisión humana, como de las características de algunos sistemas sociales, del abuso de la tecnología, del desconocimiento de las relaciones biológicas y de la progresión natural del crecimiento de la población humana. Esta heterogeneidad de causas debe dar lugar a una heterogeneidad de respuestas.” “Son necesarias y urgentes: una revolución mental en los hombres, especialmente en los dirigentes de los países más altamente industrializados; una modificación de las estructuras sociales y productivas en todo el mundo, en particular en los países de alta tecnología donde rige la economía de mercado, y el surgimiento de una convivencia biológica dentro de la humanidad y entre la humanidad y el resto de la naturaleza”.
“Esa revolución mental implica comprender que el hombre no puede reemplazar a la naturaleza en el mantenimiento de un adecuado ciclo biológico general, que la tecnología es una arma de doble filo, que el llamado progreso debe tener un límite y que incluso habrá que renunciar a algunas de la comodidades que nos ha brindado la civilización, que la naturaleza debe ser restaurada en todo lo posible, que los recursos naturales resultan agotables y por lo tanto deben ser cuidados y racionalmente utilizados por el hombre. “La modificación de las estructuras sociales y productivas en el mundo implica que el lucro y el despilfarro no pueden seguir siendo el motor básico de sociedad alguna, y que la justicia social debe erigirse en la base de todo sistema, no sólo para beneficio directo de los hombres sino para aumentar la producción de alimentos y bienes necesarios”.
“La lucha contra la contaminación del ambiente y la biosfera, el despilfarro de los recursos naturales, el ruido y el hacinamiento de las ciudades y el crecimiento explosivo de la población del planeta debe iniciarse ya a nivel municipal, nacional e internacional”. “Todos estos problemas están ligados de manera indisoluble con el de la justicia social, el de la soberanía política, la independencia económica del Tercer Mundo y la distensión y la cooperación internacionales. Muchos de ellos deberán ser encarados por encima de las diferencias ideológicas que separan a los individuos dentro de sus sociedades o a los Estados dentro de la comunidad internacional”.
Por último entiendo que frente a los cambios políticos, el legado de Perón, nos impone una discusión responsable, que jerarquice la preservación de la Naturaleza, la supervivencia como especie y el mejoramiento de la calidad de vida que hace a nuestra dignidad.